¿CÓMO HACER QUE SU FE CREZCA? (2)



Podemos ver que un espíritu obediente es la clave hacia una fe creciente.

Hemos notado que la fe no puede crecer sin que haya obediencia. Siendo “que la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”, no podemos crecer en fe hasta que hayamos escuchado sobre lo que Dios nos ha hablado.

Hemos señalado que Dios no espera ni quiere que nosotros vayamos de una fe tipo semilla, hasta una fe que mueva montañas de un sólo salto, sino que desea que nuestra fe vaya desarrollándose, siguiendo una serie de pasos y, de esa manera, nos iremos moviendo de fe en fe.

Dios comienza con nosotros donde estamos, con la medida de fe que Él nos ha dado gratuitamente. Confíe y actúe sobre la Palabra de Dios para usted con un espíritu obediente. Luego, usted verá esa semilla de fe que tiene, creciendo como un grano de mostaza hasta convertirse en un árbol hermosamente desarrollado de fe produciendo muchos frutos preciosos.

c. La Luz Del Sol: Un Dios Amante. Otra de las cosas esenciales o básicas para el crecimiento de la fe es el amor. El Apóstol Pablo le escribe a los Gálatas: “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor (Ga 5:6).

Ya descubrimos en Romanos 10:17 que “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Así que, nosotros resumimos los tres ingredientes para el crecimiento de la fe como sigue: Escuchar, Obedecer y Amar.

1) Obediencia: La Prueba Del Amor. En Juan 14:21 Jesús trata con la interrogación del amor con la obediencia: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. La obediencia es la prueba del amor y el criterio del amor.

Jesús continúa diciendo: “Y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Los versículos 23 y 24 concluyen: “El que me ama, mi palabra guardará… El que no me ama, no guarda mis palabras…”.

Escuchamos Su palabra que nos habla, y debido a que le amamos, actuamos sobre lo que oímos. Si no obedecemos, entonces, es porque no le amamos y por ello la fe no puede operar. Sin el ejercicio de la fe, no puede haber crecimiento de fe, por lo tanto, la fe crece de nuestro amor por Jesús, en respuesta al escuchar la Palabra del Señor.

C. LA FE CRECE POR EL OIR
Cuando las Escrituras dicen: “la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios”, se refiere a la experiencia subjetiva mediante la cual Dios nos habla. Ya sea a través de un versículo real en la Biblia o por lo que habló a los profetas del Antiguo Testamento, lo cierto es que Él habla.

Los profetas escucharon audiblemente o a través de la tierna voz en su interior o por sueño, por visión, por visitación angelical o a través de la boca de un siervo ungido; de cualquier modo, Dios se comunicó con ellos, esa comunicación es a lo que la Biblia llama ” La Palabra de Jehová Dios”.

1. Dios Habló Entonces
a. La Palabra Escrita. Lo que conocemos como la Palabra de Dios escrita [de la Escritura];  y

b. La Palabra Hablada, o sea la palabra viviente de Dios. Necesitamos conocer la diferencia entre ambas a fin de entender mejor lo que significa escuchar la Palabra de Dios.

Pablo no está meramente hablando acerca de las Escrituras o Palabra de Dios escrita cuando dice: “ La fe viene por el oír la Palabra de Dios”.

Hechos 17:11 sostiene este punto: “Y éstos eran más nobles… pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. Como se usa en este versículo, “las Escrituras” se refieren a los libros del Antiguo Testamento, desde Génesis hasta Malaquías. Todavía no tenían el Nuevo Testamento. Éste apareció un siglo más tarde. Por lo tanto, “la Palabra” “las Escrituras” en este contexto no son la misma cosa. “La Palabra” era el mensaje ungido predicado por los Apóstoles. “La Escritura” era el Antiguo Testamento. Ellos “recibieron la Palabra y escudriñaban las Escrituras”.

En 1 Ts 2:13, vemos un ejemplo adicional de la Palabra hablada de Dios, a diferencia de la Palabra escrita: “… cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios….

Aquí, “la Palabra de Dios” se refiere a aquello que fue predicado y proclamado a través de las bocas de hombres ungidos de Dios. Y fue recibida como la Palabra viviente directamente de Dios.

Cuando Pedro le dijo al ciego que pedía limosna frente al Templo la Hermosa en Hechos 3:6 “… pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”, lo que habló fueron palabras vivas que produjeron la sanidad del cojo. Para el cojo tales articulaciones vinieron a ser “la Palabra de Jehová Dios” a través de la boca de un instrumento humano, un siervo ungido del Señor.

2. Dios Habla Hoy
Dios todavía habla hoy por medio del Espíritu Santo y a través de Su palabra escrita, mediante sus siervos ungidos y por medio de señales sobrenaturales tales como sueños, visiones, seguridad interna, Providencia Divina o circunstancias.

Dios nunca nos habla en una experiencia subjetiva para contradecir Su palabra escrita.

Cualquier experiencia de tal índole tiene que ser juzgada por las Santas Escrituras y estar en armonía con ellas.

Necesitamos abrir nuestros corazones para recibir la Palabra del Señor no sólo de la Biblia, sino también de los demás canales por medio de los cuales Dios habla.

a. Escuche Su Voz. La amonestación repetida siete veces en Apocalipsis 2 y 3, es para que nosotros la atendamos en este tiempo: “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Note el uso del tiempo presente continuamente: dice, significa “escuchar lo que el Espíritu dice y continúa diciendo”.

Este mismo tiempo es usado por Jesús en Mateo 4:4: “… No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale [tiempo presente continuo] de la boca de Dios”.

Vivimos no sólo por lo que Dios ha hecho en Su Palabra escrita, sino también por la palabra que (tiempo presente) “sale y continúa saliendo de la boca de Dios”.

Caminamos por la vida escuchando y obedeciendo La Palabra que sale de la boca del Señor por cualquier medio que Él escoja hablarnos tal palabra.

Cuando rehusamos aceptar que Dios puede hablarnos a través de otros medios diferentes a las páginas escritas de la Biblia, es posible que nuestra comunicación con Él quede interrumpida, y la muerte espiritual comience su proceso de destrucción.

b. No Rechace su Voz. Cuando Dios habló a los israelitas, Hebreos 12:19 señala que: “…los que la oyeron [la voz o palabras] rogaron que no se les hablase mas…”. Cuando ellos rechazaron la voz de Dios, perdieron fe y fueron encerrados bajo La ley.

Hebreos 12:25 nos amonesta como sigue: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”.

Muchos hoy están caminando sobre los extremos peligrosos de tal rechazo “si desecháremos al que amonesta”.
Algunos enseñan que los días de los milagros ya pasaron. Están tratando de vivir por lo que Dios dijo, y rehusando escuchar lo que Él está diciendo. Por consiguiente, están rechazando al Dios de milagros.

Tales personas vivirán en una fe inmadura o sin desarrollo, pues tratan de bajar las Escrituras hasta su nivel de experiencia más bien que elevar su experiencia hasta las Santas Escrituras.

Si deseamos crecer en fe, nuestros corazones y oídos tienen que estar atentos para oír Su voz. Tenemos que creer que la palabra de Dios puede venir sobre nosotros hoy. Debemos aceptar la dirección de la Voz del Espíritu en armonía con las Escrituras, las cuales, nos comunican su voluntad.

Si no rechazamos Su voz (como los hijos de Israel), mas la escuchamos y obedecemos, la fe será aumentada en nuestras vidas.

c. Esté Listo Para Su Voz. No necesitamos estirarnos para escuchar Su voz, no necesitamos pasar por toda suerte de ritos y ceremonias para que Dios nos hable. Dios puede y a menudo nos habla cuando menos lo esperamos.

Una de las palabras más importantes del Señor para mí vino una mañana en el estado de Nuevo México, estaba en uno de los baños mientras me estaba doblando para lavarme las manos y el rostro, para luego salir a desayunar. Repentinamente escuché la voz de Dios.

En otra ocasión salía para el servicio del domingo en la mañana. Mi mente estaba pensando acerca del viaje a casa. Sin esperarlo Dios me dio una “Palabra de Sabiduría” para un miembro de la iglesia que resolvería un problema muy serio en su vida.

d. Póngase A Tono Con Su Voz. Existe la capacidad en Dios para hablarnos a través de Su Espíritu Santo directamente del Cielo. Y existe en nosotros la capacidad para escuchar a través de nuestro espíritu cuando Él habla.

Pablo dice que el hombre está compuesto de espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). El espíritu es aquella parte interna del hombre que está consciente de Dios. Él alma (intelecto, voluntad y emociones) es aquella parte interna de nosotros que es auto conciente. El cuerpo (respondiendo a través de los sentidos) es esa parte de nosotros que nos hace conscientes del mundo. Así que, debido a que somos espíritu y a que Dios es Espíritu, podemos tener comunicación.

Por ejemplo, en un cuarto entran cientos de señales de sonido que son transmitidas desde estaciones de radio y televisión. Pero no podemos escuchar los sonidos a menos que sintonicemos la radio o la televisión.

Tan pronto como sintonicemos el aparato con la estación, tales sonidos son transmitidos de manera audible [sonora] y visible. De la misma manera, podemos “sintonizarnos” con Dios y recibir sus señales, algunas de las cuales son audibles o sonoras y visibles.

1) El Ayuno Agudiza Sus Oídos. Una de las maneras en las que podemos agudizar nuestra recepción de las señales de Dios, es a través del ayuno. Esto es semejante a sintonizar bien una estación de radio.

Cuando Jesús enseñó a Sus discípulos acerca de sus necesidades de crecer en fe, Él enfatizó (Mt 17:21) que la oración y el ayuno a menudo eran la clave hacia una fe mayor.

El ayunar es una ayuda para aumentar la fe cuando nuestro motivo es acercarnos a Dios a fin de poder escuchar mejor Su palabra para nuestras vidas.

2) El Ayunar Puede Ser Peligroso. El concepto de que uno puede voltear el brazo de Dios por medio del ayuno, obligándole a hacer algo que no quiere hacer, es totalmente erróneo.

Si el ayunar se convierte en una obstinación y es de motivo cuestionable, usted puede abrir las puertas para dar entrada a los espíritus del error. Recuerde que durante el ayuno de los cuarenta días, Jesús tuvo un encuentro con el diablo. Si usted está orando y ayunando para poder hacerse famoso o por otras razones equivocadas, usted está corriendo el riesgo de que los demonios del engaño vengan sobre usted.

No obstante, Jesús no estuvo en el desierto por Su propia obstinación o voluntad propia para ayunar 40 días. No fue porque Él decidiera obligar a Su Padre para que exhibiera su poder sobrenatural para probarle al mundo Sus dinámicas.
Él estaba allí porque había sido impulsado por el Espíritu para ayunar. La escritura de Marcos 1:13 nos dice que: “los ángeles le ministraron” usted necesita el ministerio de los ángeles en un ayuno de 40 días.

Sé de tres personas que han muerto en un ayuno de 40 días. Sin duda alguna que no fueron dirigidos por el Espíritu, sino más bien por la obstinación carnal o humana. Ningún ayuno extenso en la Biblia, ha sido iniciado por la voluntad humana, sino siempre por la providencia divina.

Por ejemplo, Moisés (Ex 34:28) y Elías (1 R 19:8) ayunaron 40 días y 40 noches; no obstante, Dios fue quien inició tales ayunos y no ellos.

Algunos han sobrevivido un ayuno de 40 días, pero al final, ya no tenían mas fe que cuando comenzaron. Conozco de otros que, por el contrario, Dios los dirigió en un ayuno de 40 días. Siendo que estaban obedeciendo a una iniciativa divina, fueron preservados. Fue de esa manera que se encontraron con Dios y pudieron entrar dentro de un ministerio genuino del Espíritu Santo.

Un peligro muy real que puede ser afrontado en un ayuno de 40 días de parte de un creyente egocéntrico y obstinado, es el contacto con los demonios. El desear poder y unción para alimentar el ego o auto arrogancia, resultará en que tal persona quede accesible a tener contacto con cualquier espíritu (ya sea del bien o del mal); y subsiguientemente al poder de Satanás.

El espíritu humano puede comunicarse mucho más fácil con el Espíritu Santo durante el ayuno. No obstante, será también más susceptible y sensible a los espíritus del error, así como al Espíritu Santo. Pero estará en terreno seguro si su motivo es acercarse más a Dios.

Si es dirigido por el Espíritu de Dios puede allegarse a Dios muchas veces por medio de ayunos más cortos. El hecho de apartarse durante una semana, dos o tres para orar y esperar en Dios, le ayudará mucho.

3) El Ayuno Necesita La Motivación Correcta. La motivación en el ayuno deberá ser pesada cuidadosamente. Algunos son motivados para poder alcanzar poder y unción prematuramente y son destruidos en lugar de edificados. La senda del Ministerio de Milagros está salpicada de naufragios de hombres que fueron impulsados por la codicia de recibir poder (por obstinación propia). Ellos no tenían preparación en sus corazones para tratar con el mismo, ni para manejarlo después que lo recibieron, así que, eventualmente tal poder los destruyó, la unción es algo muy peligroso.

Si tuviéramos poder ilimitado a la disposición, saldríamos fuera y haríamos muchas cosas que Dios no querría que hiciéramos; al hacerlo, violaríamos toda suerte de principios divinos y haríamos muchas cosas necias que nos perjudicarían y destruirían la obra de Dios en el proceso. Cuando Dios habla, siempre es una expresión de Su voluntad. Cuando sabemos lo que Él quiere que se haga, la fe viene por el oír la Palabra de Dios. Esta es una fe segura.

D. LA FE CRECE POR MEDIO DEL HABLAR
La fe segura está basada sobre el escuchar, obedecer y amar. Abrimos nuestro espíritu a la Voz del Señor mediante la demostración de un corazón apto y sensible para oír y obedecer debido a que le amamos y Él nos ama. Es debido a tal amor que la fe obra. De otra manera, la fe es suprimida y deja de crecer.

Así que, el oír, obedecer y amar son los tres ingredientes centrales para el crecimiento de la fe. A esto podemos agregarle un cuarto ingrediente esencial: Hablar.

1. La Fe De Dios
En Marcos 11:22 y 23 Jesús les enseñó a sus discípulos “…tened fe en Dios”. La traducción literal es la siguiente: “tengan la fe de Dios... porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte...” la implicación aquí es que la fe de Dios es una fe que habla.

En el primer capítulo de Génesis, Dios dijo: “Sea la luz; y fue la luz”. Dios dijo: “Sea...” y fue. La fe de Dios es una fe que dice o habla, que articula palabras.

La fe que habla o dice es una más elevada que la fe que pide. Se necesita fe a fin de pedir, pero existe una fe que va más allá de la que pide: la fe que habla o dice“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. El griego original dice: “Cualquiera que cree en lo que dice, sucederá; tendrá cualquier cosa que diga”.

2. Hable Lo Que Dios Diga
El progreso y crecimiento de la fe, están relacionados con lo que usted diga o hable en palabras que salgan de su boca.

Proverbios 4:20-22 declara: “Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo”. Si usted recibe las palabras de Dios y las declara o dice, vienen a ser vida y salud para su vida.

La traducción de Proverbios 6:2 al Español declara aptamente: “Te has enlazado con las palabras de tu boca…”.

Salomón hace bien claro que lo que decimos puede ser de maldición o de bendición para nosotros, declara directamente en Proverbios 18:21: “La muerte y la vida están en poder de la lengua…”.

Después de haber enfatizado en Proverbios 10:11 que “Manantial de vida es la boca del justo”, Salomón nos dice que podemos ser atrapados (enlazados) o liberados con las palabras que hablamos.

La fe encuentra su expresión a medida que comenzamos a decir: “Esto es lo que Dios ha dicho”.

Apocalipsis 12:11 habla de una compañía de santos que “le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio…”: es decir, su confesión hablada. El diablo es impedido cada vez que confesamos lo que Dios dice.

Pablo conocía el poder de la palabra hablada, y nos recuerda en Romanos 10:8-10 que: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que siconfesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesapara salvación”.

La palabra “salvo” en el versículo 9 viene del vocablo griego sozo, que es traducido al Español con la expresión: “serás salvo”. En otro pasaje, en el Nuevo Testamento, esta misma palabra significa... ”serás sano”; y en otro: “tus pecados te serán perdonados”.

“Sozo” es un término que el Espíritu Santo escogió para expresar todos los beneficios de redención que están disponibles para todos los hijos de Dios. Todo lo que el Calvario provee es apropiado por nuestra confesión.

3. Crea Lo Que Dice
Recibiremos lo que decimos en el momento en que afrontamos una situación, es decir,  la respuesta en nuestro corazón es expresada por nuestra boca y hablamos lo que creemos.

Jesús amonestó a los fariseos en este relato de Mateo 12:34-37: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

Al primer síntoma de enfermedad, lo confesamos, no lo dudamos, lo creemos y recibimos la sanidad. Algunas personas solitarias y tristes, utilizan la enfermedad para conseguir la atención y simpatía. Sus vidas están erigidas alrededor de la atención que puedan conseguir durante una enfermedad particular. La poseen por fe y la retienen por fe, confesándola cada vez que viene un día nuevo y cada vez que ese día se va.

En el lado positivo, esto puede obrar a nuestro favor también cuando entendemos el principio. Si confesamos con nuestra boca lo que Dios dice creyendo en nuestro corazón, tendremos lo que decimos o pedimos.

Si la Palabra de Dios encuentra alojamiento en nuestro corazón y la abrazamos inmediatamente, confesamos la victoria en lugar de la derrota cuando se nos presente el reto. Entonces, recibiremos lo que pedimos: ¡victoria!

4. Ejemplos De Hombres Que Hablaron Por Fe
a. Abraham. Podemos ver este principio de la confesión positiva de fe en el registro bíblico de Abraham en Romanos 4:17-22.

Dios le había prometido a Abraham que sería el Padre de muchas naciones; aunque Abraham estaba cerca de los cien años y lejos de procrear hijos, su fe no era débil. Su fe tampoco vaciló ante la esterilidad de la matriz de Sara. “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”.

Esto significa que anduvo positivamente alabando a Dios por todas las cosas que le había prometido, confesando lo que Él había dicho y dándole la gloria.

Abraham había escuchado la palabra de Dios y “plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”, dio expresión verbal a aquella palabra que moraba en él.

Probablemente dijo: “¡Aleluya! Dios me prometió un hijo y creo que voy a ser padre de un hijo. A pesar de que tengo cien años de edad y Sara 90, aún así vamos a tener un hijo. ¡Gloria a Dios!”.

Debido a que Abraham confesó la palabra de Dios en lugar de las circunstancias, “...su fe le fue contada por justicia” (v 22).

b. Dios. En Romanos 4:17, tenemos este comentario sobre Dios: “… el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen”. Cuando Dios dice que algo “es”, aunque dé la apariencia de que “no lo sea”, Él cree que lo “es”. Dios no tiene duda en Su corazón, y lo que dice, eso es exactamente lo que sucede.

Si Dios hace esto, ¿Acaso no deberíamos nosotros hacerlo también? ¿No deberíamos nosotros, quienes somos los hijos de Dios, hacer lo que Dios hace? Si Su palabra ha venido a nosotros, entonces, deberíamos.

c. Jesús. En este mismo momento, Jesús Mismo está sentado en fe, llamando aquellas cosas que al parecer no son, como que son. Dios el Padre le dijo a nuestro Señor Jesús: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Sal 110:1).

Jesús ha tenido esa promesa desde la eternidad. La Biblia dice que Él está sentado a la diestra del Padre, esperando en fe que sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies.

Él continúa en Su ministerio de fe, y está sentado reposando, sabiendo que Él verá el fruto de Su fe manifestado sobre esta tierra, aunque la promesa de tal obra tome siglos.

5. Tome Su Posición En Fe.
Usted también puede tomar una posición en fe por lo que dice y habla. Cuando usted conoce la voluntad de Dios puede llamar algunas cosas “que no son”, como “si lo fueran”. Finalmente, usted puede verlas cumplidas en su vida.

Si usted acepta la palabra de Dios para su vida, usted puede pararse firme y confesar tal palabra (así como lo hizo Abraham) frente al rostro de los demonios, de las opiniones negativas, de las circunstancias y toda oposición que afronte. (Jer 1:12): “… apresuro mi palabra para ponerla por obra”.

Dios está esperando por usted para que reciba la Palabra en su boca y la articule con poder, creyéndola en su corazón.

a. Su Abogado. La clave para entender el poder de la confesión hablada (oral) está en Hebreos 3:1:“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”. (Profesión es el mismo término griego que “confesión” o “testimonio”).

¡Jesús es el Sumo Sacerdote de lo que usted dice! Cuando descubrí esta verdad un día mientras leía en Hebreos, repentinamente vi la escena en el cielo. Jesús estaba allá en la presencia de Dios como Sumo Sacerdote de lo que decía.

La escena se extendió, y vi delante de mí una Corte con Dios el Padre, el Juez de toda la tierra, sentado detrás del juzgado.

A cada lado de la plataforma del testigo estaban el fiscal y el abogado defensor, escuchando atentamente el testimonio del acusado.

b. Su Acusador. El fiscal, como sabrá, es el “acusador” o el diablo. En Apocalipsis 12:10, es descrito como el acusador de los hermanos ante Dios, día y noche.

En el primer capítulo de Job, Satanás ascendió al cielo junto a los hijos de Dios para ir ante Él, y esperaba por la oportunidad de poder acusar a Job. En todos los tormentos y pruebas que Job sufrió como resultado de la acusación del diablo, él nunca culpó a Dios ni cuestionó Su soberanía; tampoco pecó con sus labios (Job 2:10).

Cuando todo lo que Job tenía le fue arrebatado, él cayó sobre su rostro y adoró a Dios. Nunca le dio al diablo ninguna confesión errónea para minar el propósito divino en tal prueba.

c. Su Ayudante. En ese escenario de la corte, Jesús es el Abogado Defensor. La Escritura en 1 Juan 2:1 declara: “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

La palabra para “abogado” es “intercesor, defensor” en términos modernos del idioma Español. La raíz griega es paracleto, que es traducida “Consolador” en Juan 14:16, que a su vez significa “uno que es llamado para acompañar a otro para serle de ayuda”.

Jesús dijo en Juan 14:16-17: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Esto significa que no sólo tenemos un abogado con el Padre en el cielo, “a Jesucristo el Justo”, sino que también tenemos a un Consolador aquí en la tierra: al Espíritu Santo. Estamos muy bien representados en la corte donde Dios es el Juez supremo.

d. Su Testimonio. Ahora podemos aplicar esta escena de la corte o juzgado. Sentado sobre la silla del testigo, aparece el acusado: USTED; Jesús es el Abogado Defensor; Satanás es el fiscal; y Dios  el Padre es el Juez. Todos los presentes esperan escuchar que USTED de su testimonio; al alegar su caso, su testimonio es el arma mayor que el Abogado Defensor (Jesús) utilizará contra el acusador (el diablo). Lo que usted diga determinará el resultado final de su caso, su abogado presentará su caso ante el Juez, basado en su testimonio positivo y firme. El fiscal, de la misma manera, presentará sus acusaciones ante el Juez, basadas en cualquier declaración contradictoria de su parte.
Tanto el Abogado Defensor (Jesús), como el fiscal (el diablo), trabajarán con lo que usted diga. Usted deberá exponer ante Jesús, el Sumo Sacerdote de su confesión, un testimonio que Él pueda utilizar en su defensa.

Su profesión debe ser una buena confesión de fe. Si da una confesión negativa, estará cargando el arma del diablo para disparar al rostro de Dios.

Dios el Juez puede absolverlo, preservarlo y protegerlo únicamente al escucharle decir lo que Él Mismo dice. Lo que Dios dice es siempre la verdad. Si usted dice lo que Dios dice, entonces, respaldará Su Propia Palabra para ponerla en ejecución.

6. La Victoria Está En Su Boca
Usted dice lo que Dios dice, y de seguro vencerá al diablo “por la sangre del Cordero y la palabra del[su] testimonio”. Parafraseando: “Si usted confiesa con su boca, será librado; Será salvo; Será sano”.

Todas estas cosas maravillosas que están en el plan de redención son suyas a través de su confesión.

Hay poder genuino en lo que usted dice: su confesión le guiará a la victoria.

E. CONCLUSIÓN
A medida que usted repite la palabra de Dios y aprende a andar por fe y no por vista, su fe aumenta.

La fe viene por el oír la palabra de Dios, obedeciendo lo que ha escuchado con un corazón lleno de amor por Él y confesando en la cara del adversario exactamente lo que dice Su palabra.

Hemos aprendido de este estudio que nuestra fe va en aumento cuando hacemos uso de estos cuatro elementos: Oímos, Obedecemos, Amamos y Hablamos.

Por consiguiente, unámonos con Abraham y “…fortalezcámonos en la fe dando gloria a Dios, plenamente convencidos de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”(Romanos 4:20, 21).

La fe de Abraham no era una fe suplicante (que pide o solicita), sino una fe parlante (que dice, habla, articula, confiesa). Él escuchó la palabra que Dios había dicho. Él actuó en obediencia a la misma. La obedeció en un acto de amor. Habló aquellas cosas que “...al parecer no eran”,  y que en realidaderan. Es vital que excitemos nuestra fe y la hagamos crecer por medio de practicar continuamente estos principios: ¡Oír!, ¡Obedecer!, ¡Amar! y ¡Confesar!

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