Siempre Orar Sin Desmayar

Los hombres muchas veces pierden las grandes bendiciones de Dios porque dejan de orar demasiado pronto, ¡antes de que llegue la victoria!


    Cristo enseñó que los hombres deben orar siempre, y no desmayar (Lucas 18:1-3). Abraham tuvo que esperar con fe durante muchos años antes de que Isaac naciera. Se dice que Jacob tenía 97 años de edad antes de que orara y Dios le cambiara el nombre por el de Israel. José padeció muchos años de tristeza y la incomprensión de otros, incluyendo un tiempo en el calabozo, antes de que se realizara el sueño que Dios le dio. Ana oró años antes de que su petición recibiera respuesta y naciera Samuel.
    Dios bendijo a Abraham a lo largo de los años mientras esperaba con fe el nacimiento de Isaac. Dios bendijo también a Jacob durante los años en que se adaptaba al plan de Dios, tanto que Labán aprendió por experiencia que Dios lo bendijo (a Labán) por amor a Jacob (Génesis 30:27). Lo mismo pasó con José: Dios lo bendecía y favorecía durante años, aunque fue rechazado por sus hermanos, que lo vendieron como esclavo.
    Igualmente hoy día, las bendiciones de Dios están sobre sus hijos humildes. Pero la Palabra de Dios dice que necesitamos la paciencia (que significa "resistencia alegre" en el griego), para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengamos la promesa; y también de que no perdamos nuestra confianza (Hebreos 10:35-36).

La paciencia

    Puesto que las Escrituras nos dicen con claridad que necesitamos la paciencia (resistencia alegre), podemos estar muy seguros de que Dios proveerá todo lo necesario en cuanto a condiciones, demoras, ambiente, ocurrencias, etc. para que no faltemos en esta gracia también— ¡la gracia de la paciencia! ¡Gloria a Dios!
    Porque después de todo, parece que nosotros los humanos necesitamos llegar al punto en donde no tenemos más remedio que recibir algo de Dios, antes de que Él nos pueda bendecir plena y sabiamente sin peligro. De otro modo, ¡estaríamos enredados en la trampa de la vanagloria, jactándonos de lo que "yo" hice— lo que "nosotros" hicimos! Abraham fue considerado "casi muerto" antes de que llegara el tiempo determinado por Dios para el nacimiento de Isaac (Hebreos 11:8-12). Jacob tuvo que sufrir el descoyuntamiento del muslo, lo cual le causó andar cojeando, antes de que Dios lo estimara sabio para cambiarle su nombre al de Israel. No se le pudo confiar a José la experiencia de que su padre y sus once hermanos se inclinaran ante él, hasta que él mismo padeció las experiencias humillantes de los años; y fue Dios quien trajo a cumplimiento el sueño.

¿Qué hora es?

    "Es la hora de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia" (Oseas 10:12). "Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque" (Isaías 32:15).

Ismael

    Existe siempre el peligro de que surja un "Ismael", causando problemas y sufrimiento infinitos, si perdemos la paciencia y pensamos que después de todo, nos incumbe hacer algo— aunque Dios no nos lo haya dicho —¡para ayudar a Dios! Más bien, que seamos "imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas" (Hebreos 6:12).
    "El labrador espera… aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía" (Santiago 5:7). Luego sigue la orden: "Tened también vosotros paciencia" (Santiago 5:8).
    Dios dio a José un sueño (Génesis 37:5-11). A lo largo de los años de prueba, mientras que Dios lo preparaba para el cumplimiento de ese sueño, hubo bastante tiempo para que José creciera en la gracia, y practicara la paciencia —¡la resistencia alegre!
    Algunos han esperado durante años el poderoso derramamiento del Espíritu prometido por Dios en el libro de Joel y en otras Escrituras. Han experimentado pruebas, Dios lo sabe, pero "sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28). Y aun más, Dios está preparando un pueblo humilde para recibir la plenitud del derramamiento del Espíritu de los "postreros días" (Hechos 2:17-21).
    Leyendo las Escrituras, descubrimos que Abraham no estaba desocupado durante los años cuando esperaba que Dios cumpliera su promesa respecto a un hijo. Él seguía adelante, haciendo los quehaceres que se le presentaron. Jacob también fue un hombre de trabajo. Y José no podía construirse un santuario y volver la mirada del pueblo hacia él, para luego esperar hasta que Dios viniera y cumpliera sus promesas. ¡No! José se ocupaba de sus obligaciones. Cuando estaba en la prisión, atendía de sus deberes carcelarios.
    Así que en este día, mientras oramos por un avivamiento, pidiendo lluvias espirituales, no debemos gastar nuestro tiempo y nuestra fuerza anhelando encubiertamente, grandes cosas. Hemos de ocuparnos en todo deber que Dios nos presente, y de cumplir con fidelidad nuestros quehaceres diarios, "como para el Señor y no para los hombres" (Colosenses 3:23). "En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor" (Romanos 12:11).
    Debiéramos ser fieles en nuestros quehaceres de la casa y en los asuntos de negocios— haciendo de todo corazón nuestro trabajo, por muy humilde que sea, realizarlo lo mejor que podamos, con la ayuda del Señor —sabiendo que "todos compareceremos ante el tribunal de Cristo" (Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10). "Porque los ojos del Señor están sobre" nosotros (1 Pedro 3:12). (Lea también Colosenses 3:23 y Eclesiastés 9:10). "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?" (Lucas 16:10-11).
    Con todo, en todo y siempre debemos guardar una actitud de oración, fe, esperanza y humildad. Cristo, el Hijo de Dios, la Cabeza de la Iglesia, dice: "Velad, pues, en todo tiempo orando…" (Lucas 21:36). Él no nos ha dado un mandato imposible. Podemos, y debemos mantenernos siempre en una actitud de oración.
    Han habido muchos avivamientos a través de los siglos. Han existido muchos derramamientos del Espíritu Santo al pasar de los años. Pero esperamos, anhelamos, buscamos, creemos y oramos por la lluvia de la cosecha, la plenitud de la lluvia tardía: el derramamiento del Espíritu de Dios "sobre toda carne" (Joel 2:18-32).
    Y es una verdad preciosa, un hecho alentador, que el derramamiento del Espíritu por el cual miles del pueblo de Dios por todo el mundo están orando— gente probada, humilde y de corazón quebrantado —¡este derramamiento, repito, será aun más increiblemente maravilloso a causa de las muchas oraciones acumuladas, todavía sin respuesta, de parte de multitudes de los hijos redimidos de Dios!
    ¡La lluvia tardía llegará! ¡La Palabra de Dios será cumplida! ¡Y la lluvia tardía prometida por Dios mismo, llegará con esa furia explosiva que debe acompañar la respuesta repentina a las miles de oraciones sinceras y de fe que los hijos de Dios han hecho en estos días espantosos! "¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia" (Lucas 18:7-8).
    ¡La tardanza no es una denegación! Dios derramará su Espíritu sobre toda carne, tal como lo ha prometido. Este derramamiento todavía no ha llegado en plenitud, aunque Dios se está moviendo a través del Espíritu Santo en el mundo de hoy. Cuando llega un torrente, y una inundación azota una ciudad, nadie argumenta el hecho e intenta probar que es la verdad. La inundación misma barre toda oposición!
    Si estás satisfecho, hermano, hermana, así estaba Laodicea (Apocalipsis 3:14-22). Pero en cuanto a mí, tengo hambre, tengo sed de que Dios descienda (Isaías 64:1-7), de que el Señor vaya en medio de nosotros (Éxodo 34:9).
    No será posible reunir en un "aposento alto" o cualquier otro lugar, a todos los cristianos que oran en estos días por un avivamiento. Multitudes de los hijos de Dios están orando por algo. Muchos a duras penas reconocen por qué motivo están orando, pero "el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Romanos 8:26). Y Dios, que está animando a su pueblo a orar, es fiel en contestar a cada oración de fe real.
    No será un solo gran Juan el Bautista quien preparará el camino para la segunda venida del Señor, sino más bien una compañía de personas con espíritu de Juan el Bautista, creyentes humildes y hambrientos por todas partes del mundo, que oran hasta alcanzar la victoria, hasta que Dios venga y derrame su justicia sobre ellos. ¡Luego saldrán con la fuerza poderosa del Espíritu Santo para efectuar la obra del avivamiento que precederá a la segunda venida del Señor! Juan el Bautista era un solo hombre. La iglesia de hoy es un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, pero se compone de muchos miembros (Romanos 12:1-5; 1 Corintios 12:12-27; Efesios 1:22-23).
    "Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra" (Oseas 6:3).

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