Lo Que Significa Orar Hasta Alcanzar La Victoria

 Este artículo fue publicado en una edición de "LA VOZ EN EL DESIERTO"  Elizabeth Dabney están ahora con el Señor.


  La  Hermana Dabney es una hermana quien ha hecho de la oración un asunto personal. Y si acaso duerme, es solamente para estar en condiciones de reasumir la tarea del día y durante las vigilias de las noches. Ora a Dios y espera en Él. Ella se ha concretado a simplemente una comida diaria. Nunca entabla conversación con nadie. Con frecuencia viene a los cultos en silencio una hora antes de lo anunciado, y se pone a orar. Cuando se termina el culto, silenciosamente sale del local y se va a su cuarto o recámara donde su verdadero ministerio es una intercesión agónica por la salvación de las almas la cual lleva a cabo hasta altas horas de la noche.
    En una entrevista, la hermana Dabney reveló cómo vino ella a entrar en este trabajo tan efectivo para Dios y para las almas. Su esposo es un predicador. Él fue enviado a laborar de una iglesia muy próspera en la ciudad de Filadelfia a otra iglesia muy pobre. En su primer culto nadie asistió tan sólo ellos dos. Ella pudo vislumbrar que la tarea iba a ser muy difícil, porque la iglesia estaba en la parte más pecaminosa de la ciudad. Ella pudo comprender que solamente la oración podía tocar tan difícil situación.
    ¡Y determinó entregarse a la oración! Ella hizo una promesa ante Dios, que si Él enviaba pecadores a ese lugar y los salvara, ella se entregaría a la oración por tres días y tres noches cada semana en la iglesia por tres años. Prometió también que durante dos de esos años iba a ayunar y a orar. Cuando por primera vez ella le notificó a su esposo de sus intenciones, él no estuvo muy de acuerdo en dejarla orar sola en la iglesia por tres días y tres noches cada semana. Pero le hizo entender que esto era cosa de Dios.
    Tan pronto como ella empezó a orar en la misión de su esposo, Dios también empezó a obrar. Los pecadores empezaron a ser enviados a la misión, hasta que la iglesia o el local no daba cupo a tanta gente. Su esposo le pidió a ella que orara por un local más grande. Dios movió a un comerciante de un lugar más hermoso y más grande en el otro lado de la calle, y les dio a ellos este edificio. A medida que ella continuaba orando, este nuevo local con el tiempo también fue demasiado pequeño. De nuevo su esposo le pidió que orase por una iglesia más grande. Ella lo hizo así, y Dios les dio a ellos una iglesia grande y hermosa en uno de los principales bulevares en aquella misma vecindad. Siempre en los cultos los locales o iglesias eran demasiado pequeños, y los pecadores venían y eran salvos de sus pecados, mientras creyentes por multitudes eran bautizados en el Espíritu Santo.
    Una mañana en la puerta de la iglesia cuando ella iba a entrar para continuar con el cumplimiento de su promesa, el Señor la encontró y le dijo: «Vete a tu casa.» Pero ella no quería irse a su casa. ¡Ella deseaba orar! Entonces Él le preguntó si ella sabía qué día era. Se sintió impulsada para abrir su bolso de mano y leer lo que había prometido, y descubrió que en ese día, se cumplían los tres años que ella había prometido a Dios de orar y ayunar. Quería entrar a la iglesia y adorar y bendecir al Señor, pero Él le volvió a decir: «Vete a tu casa.»
    Ella obedeció. Su alma estaba exaltada en Su presencia. Entonces Él le dijo a ella: «Vete al sótano.» Tenía miedo de la oscuridad del sótano, y vaciló un poco. «Señor,» ella dijo, «si me vas a llevar a mi hogar (el cielo – a la gloria), déjame que primero vea a mi esposo y a mi hijo.» Tenía miedo que el Señor se la fuera a llevar al cielo en medio de tanto regocijo, pero ella fue al sótano, como le fue ordenado. En lugar de oscuridad, parecía estar lleno de una luz maravillosa. Entonces el Señor habló otra vez con ella, y le dijo: «Has orado y vencido. Ahora he venido a bendecirte.»
    Del cielo del sótano parecía como si una fuente derramara agua viva, y esta agua aumentaba y aumentaba, ¡hasta que la llenó! El Señor le dijo que a dondequiera que ella fuera y orara, Él iba a salvar a los pecadores y llenar a los creyentes con el Espíritu Santo.
    Esto sucedió hace algunos años, y Dios ha cumplido Su palabra. A dondequiera que Hermana Dabney va y se entrega a la oración, los pecadores son salvos y los santos son avivados. Ella no predica, solamente aconseja a los santos y a los pecadores a buscar al Señor mientras puede ser hallado. Las cartas siguientes dan una vista íntima de su vida de oración intercesora.
    «Estoy abrumada de carga hasta morir esta mañana. Mi corazón parece que fuera a quebrarse. La carga por los pecadores está sobre mí, ¡mayor que nunca antes! Puedo oir los gritos del mundo muriéndose día y noche.
    «El Espíritu está llamando para un gran avivamiento y derramamiento del Espíritu Santo. ¡Este es el gran día de Dios de recogimiento! Por alguna causa, Él me tuvo por digna de sufrir la agonía de la muerte para que nuestra pobre raza pueda ser liberada de sus pecados, antes que el grito sea hecho: ‘¡Aquí viene el Esposo!’
    «Hay muy pocas personas dispuestas a sufrir para que otros puedan ver la luz. ¡Este es un tiempo espantoso! Está repleto de egoístas con el deseo de ganancias personales. ¡La gente tiene hambre de más ejemplos de verdadera santidad! Así que los que estamos dispuestos tenemos que trabajar el doble del tiempo para ayudar a empujar esta batalla de almas que nunca morirán.
    «La oración es el único remedio para estos días de dolores y resfríos. En medio de todo ello, gracias a Dios, he hallado un lugar allá en la montaña en el Espíritu, donde una mujer en oración puede ir y estar con Dios.
    «Ven, amigo, conmigo, allá donde Cristo intercederá a través de tus oraciones. Si me sigues en este ministerio de orar, me agradecerás por urgirte a entregar tu vida a la oración para que los pecadores sean convertidos a Dios. Él tiene una cosa especial para darte que no ha sido poseída por ninguno. Él tiene lomas y montañas de oración que todavía nadie las ha solicitado. Tus pies pueden estar firmes en una nueva altura día y noche.
    «El predicar es bueno, el enseñar es esencial, pero en el orar está el secreto. Una oración contestada por Dios sacudirá la creación.
    «El Espíritu del Señor está llamando para que miles sean salvos.
    «La gente ha escuchado mucho de la verdad, pero necesita ayuda para liberarlos de la esclavitud, para que puedan servir a Dios en verdad, justicia y santidad. El predicar, el cantar o el enseñar todo ello junto no enviará el terremoto que abrirá las tumbas de esa prisión de pecado donde millones están muertos en sus delitos y pecados. Debemos tener poder ahora para ayudar a esta gente. Tenemos que orar sin límites para que Dios quite el sello que Satanás ha puesto en el corazón de ellos.
    «Muchos están orando, pero muy pocos son capaces de orar hasta alcanzar la victoria. Cristo entró al huerto de Getsemaní a platicar con Dios hasta que la carne dio lugar a que el sudor convertido en gruesas gotas de sangre cayera libremente.
    «Esta es la tarea más difícil que Dios tiene que ofrecer. Como un granjero, tiene que cavar día y noche. Es como si fuera tierra nueva donde los árboles, la maleza, los troncos han crecido hasta muy abajo, dentro de la tierra. Debajo y encime de la tierra toda clase de bichos, víboras y gusanos están viviendo. Usted está en peligro de sacar una de estas cosas indeseables en cualquier momento. El cavar es tarea difícil. ¡Esta es mi tarea! Las voces de millones de almas están gritando en mis oídos día y noche. Me he entregado a la tarea de la oración con Dios. Esta es la razón por qué rehuso visitar o recibir visitas. No sirvo para ninguna otra cosa sino para orar. Me he entregado completamente a la oración. Esta carga está siempre sobre mí. No puedo dejarla a un lado y descansar siquiera un momento.»
    Ella escribió de nuevo: «Muy temprano en la mañana o a medio día o en altas horas de la noche, el Señor me guía a nuevos lugares en la oración. Me sentí tan insignificante anoche con la gloria del Señor que aparentemente mi carne murió y yo fui guiada a alguna parte al jardín de la oración donde nunca antes había estado. El Espíritu del Señor me dijo: ‘Miles serán salvos; clama a Mí, Yo los salvaré.’ Entonces los lamentos fueron muy grandes. Y lloré ante el Señor y me ofrecí en oración hasta que todos Sus deseos fueron cumplidos.»
    De nuevo, «El Señor me ha mandado a llamar a las mujeres a la oración en todas partes. Estoy orando para que el Señor llame a dos mil personas especialmente que harán el sacrificio de orar hasta alcanzar la victoria. Él me ha guiado a llamarlas a la oración a las cuatro de la mañana. Y como tres cientos cincuenta personas se juntan a las tres treinta de la mañana. Cuando yo llegué a las cuatro de la mañana, el Señor estaba en Su templo, visitando a Sus hijas con bendiciones. Las santas oraban para ser guiadas conmigo al jardín de la oración. La presencia de Dios llenaba el cuarto. Todas se sentían insignificantes. De una manera especial el Señor derramó Su aceite sobre nuestras cabezas. Oí al Espíritu llamando para que las almas fueran avivadas y renovadas, y que no solamente estuviesen nadando en el río, sino en el océano de la oración.
    «Nuestro Dios no está muerto. No está maniatado. Está ansioso ahora de hacer una obra tan grande como siempre lo ha hecho. Si Él detuvo el sol por medio de un hombre, si escuchó el lamento de una mujer y rompió las barreras de la muerte y le devolvió a ella su hijo, ¿no estará Él deseoso de sembrar la creación para usted y para mí que estamos orando para que la mesa sea llena con aquellos que están en los vallados y en los caminos? ¡Sí, Él oye! Todo lo que tenemos que hacer es abrir nuestras bocas, las bocas de nuestra alma, y hablar con Él hasta que venga en Su divino poder para hacerse manifiesto a usted y a mí – el Mismo ayer, ahora y por siempre.
    «No hay mayor bendición que el hablar con Dios. ¡Estoy llena hasta el borde! ¡Oh, este gran privilegio que Él ha abierto para mí, para una ilimitada conversación con Él!»
    Después ella escribió: «Más de cuatrocientos personas me acompañan cada mañana a las cuatro, en la asamblea de la oración. ¡La ciudad está revuelta!
    «Dios está en Su jardín de la oración. Algunas nunca abandonan la iglesia. Llueva o truene, la gente se junta para orar. Dos veces en las mañanas yo caminé a pie a la iglesia para tener una vista real de la gente corriendo de todas direcciones a las cuatro de la mañana para ir a la oración a la iglesia. Todas cayeron de rodillas y sus voces se unieron en una oración hacia Dios. Entonces el Señor vino y perfumó el lugar. Él dio el soplo de vida sobre nosotras y estuvimos conscientes de Su divina presencia. Esto es lo que Dios está haciendo en esta ciudad a las cuatro de la mañana en contestación a la oración. Muchas almas han encontrado a Dios, y muchos creyentes están siendo llenos con el Espíritu Santo.»
    ¡Qué tremenda responsabilidad descansa sobre todos nosotros para orar!

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