HAMBRE Y SED DE DIOS!!

 Hambre y sed son expresiones naturales del básico deseo humano de la necesidad de comida y de agua. Una de las claras indicaciones que algo no anda bien físicamente es cuando perdemos nuestro apetito. Lo mismo pasa espiritualmente. Tener hambre y sed de Dios es la raíz, la base de nuestra existencia. Es cómo nos creó Dios. Cuando no haya hambre por la presencia de Dios, es una señal que algo no está bien espiritualmente. Porque el hambre es un elemento tan básico a nuestra naturaleza humana, muchas veces se realiza en otros campos en vez de el de buscar a Dios. Semejante a cómo comer basuritas de comida que no son saludables puede embotar a nuestro apetito físico, así lo que no sea de Dios puede embotar a nuestro apetito espiritual.
    Eso les pasa a los que no son cristianos cuando buscan a su felicidad y a su realización en cualquier área excepto en su relación con Dios. Puede ser que sea en relaciones humanas o en la búsqueda de poder o de dinero, o en el escape que ofrece el placer físico. Los ejemplos más tristes, sin embargo, son los cristianos que dejan que su apetito para Dios se embote por otras cosas…hasta cosas religiosas. Nuestras iglesias están llenas de creyentes que están tan saturados de actividades, programas y proyectos que ya no tienen hambre de Dios.
    Tantos cristianos de hoy "meriendan con bocaditos y basuritas" en cuanto a sus actividades diarias y entonces no tienen tiempo durante el día para "banquetear" con Dios. Nos quejamos de nuestras vidas de "corre-corre" y de lo ocupados que estamos y de nuestro cansancio, pero todo eso típicamente es un problema espiritual más que un problema del horario. Deseamos todo, menos a Dios. Tomamos a Dios en unas dosis pequeñas por día y por semana y de alguna forma esperamos que el Domingo podamos "salir del atraso" en cuanto a nuestro tiempo con el Señor.
    Vamos a mirar estas Escrituras que hablan de desarrollar el hambre y la sed de Dios:
    "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados" (Mateo 5:6).
    "…pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna" (Juan 4:14).
    "Yo soy el pan de vida – declaró Jesús. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed" (Juan 6:35).
    "En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: ¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva" (Juan 7:37-38).
    "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y a los que no tienen dinero: Venid, comprad y comed. Sí, venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed de lo bueno, y se deleitará vuestra alma con lo más sustancioso" (Isaías 55:1-2).
    "Oh Dios, mi Dios eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, Cual tierra seca y árida donde no hay aguas" (Salmo 63:1).
    "El Espíritu y la novia dicen: ‘¡Ven!’; y el que escuche diga: ‘¡Ven!’ El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida" (Apocalipsis 22:17).
    Es obvio que la imagen de tener hambre y sed de Dios es un concepto que se encuentra en las Escrituras. Desde los profetas del Viejo Testamento hasta Jesús y continuando hasta el libro de Apocalipsis, el pueblo de Dios está pintado como los que han desarrollado un deseo para Dios. ¿Pudiera ser que el elemento que falta en la Iglesia hoy sea aquel deseo para Dios Mismo?
    Benjamín Patterson escribe: "Puesto que el mejor, maestro de la oración es el Espíritu Santo, la mejor manera de aprender a orar es ORAR. Si oramos o no, y la cantidad que oramos es, creo yo, finalmente cuestión de apetito, de hambre de Dios y de todo lo que Él es y lo que Él desea."
    C.S. Lewis escribió en su libro en inglés The Weight of Glory (El Peso de la Gloria), "Estamos complacidos demasiado fácilmente. Eso, en fin, es la razón que no oramos más. Nada menos que la alegría infinita se nos ofrece en el reino de luz de Dios. Él ha prometido esto: "Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga" (Mateo 13:43).
    "Nos hemos llegado a estar satisfechos meramente con la iglesia, meramente con la religión, simplemente con números y edificios – o sea, que con las cosas que podermos hacer. Estas no son cosas malas, pero no son nada más que como la espuma que deja las olas que rompen en la playa en el océano de la gloria y la bondad de Dios." [Benjamín Patterson, en su libro en inglés, Deepening Your Conversation With God, p. 171 (Profundizando Su Conversación Con Dios).]
    ¿Cómo podemos entonces, empezar a desarrollar esa clase de hambre de Dios? Si nos encontramos a falta de deseo, ¿puede ese deseo estar re-encendido dentro de nosotros? Quizás la mejor manera de examinar esto es que de nuevo hagamos la comparación al hambre física y la manera en que tratamos con ella. Cuando tengamos hambre, muchos de nosotros empezamos a buscar algo que apacigüe el hambre. Aquí en este país, si estamos en el trabajo, puede ser que lleguemos a un distribuidor automático en el pasillo para comprar merienditas, o si estamos en la casa, lleguemos al gabinete o al refrigerador, buscando algo para comer que quite la sensación de hambre. El hambre nos impulsa a buscar algo que nos llene, aunque sea algo que no tenga nada de nutrición para nuestros cuerpos.
    Espiritualmente hablando existe un hambre de Dios, que frecuentemente no está reconocida por lo que es. Puede ser que sea un vacío que se siente, una sensación de ansiedad, hasta la soledad, aunque estemos en la compañía de mucha gente. Empezamos a buscar la manera de quitarnos esa sensación desagradable…de llenar el vacío. En un sentido, empezamos a buscar la comida de basurita que pueda enmascarar a los dolores agudos del hambre que tenemos adentro.
    El peligro de este tipo de comportamiento es que embotemos a nuestro sentido de hambre de Dios. De la misma manera que el hábito de merendar durante el día puede embotar nuestro apetito y causarnos a evitar una comida buena y nutritiva que necesita nuestro cuerpo, así podemos llenar nuestros horarios y nuestros deseos al punto de que ya ni siquiera nos demos cuenta de que ya no deseamos la presencia de Dios.
    No es ningún accidente que una de las disciplinas espirituales de la Iglesia es el ayuno. Cuando ayunamos, nos damos cuenta en una manera muy aguda de nuestra hambre física. Esa hambre física puede llevarnos a un hambre espiritual también. Los cristianos de hoy estamos volviendo al ayuno y a la oración como un modo de despertarnos a nuestra gran necesidad de la presencia de Dios. Puede ser que tengamos que ayunar de cosas que no sean comida para poder restaurar nuestra hambre espiritual. Quizás haya necesidad de disminuir la velocidad de nuestras vidas agitadas que no deje espacio en el horario para pasar tiempo con el Padre. Puede ser que tengamos que ayunar de ciertas formas de entretenimiento para devotar tiempo a buscar a Dios. Es posible que los que estén trabajando mucho en un ministerio tengan que decir que "no" a lo que sea bueno, para buscar a lo que es lo mejor. A veces haya necesidad de re-evaluar inclusive a nuestros horarios familiares.
    Tommy Tenney, en su libro devocional en inglés Experiencing His Presence; Devotions for God Chasers (Experimentado Su Presencia; Devociones Para Los Que Captores de Dios), ofrece una oración que todos debemos usar diariamente para fortificar a nuestra hambre de Dios:
    "Señor Jesús, mi alma me duele a la mera mención de Su nombre. Mi corazón salta a cada rumor de Su venida, y a cada posibilidad de que Usted manifieste Su presencia. No me siento satisfecho simplemente con golosinas espirituales. Estoy muy hambriento de Usted en toda Su plenitud. Estoy desesperado a comer del pan de Su presencia y de apagarme la sed con el vino de Su Espíritu." Que el hambre y la sed de Dios nos conduzcan a una apasionada e incesante búsqueda de Él.

Entradas populares