Iglesias Encendidas!


    No esperemos alguna clase de avivamiento general en el país antes de buscar a Dios para que avive nuestra congregación local. No necesitamos un incendio de bosque para prenderle fuego a la madera de una chimenea.
    Nuestros ruegos por un avivamiento se han hecho rutinarios y han llegado a un punto muerto. No acontece mucho. Pedimos un avivamiento más que cualquier otra cosa, pero no recibimos gran cosa a título de respuesta. Esto es triste, especialmente porque Dios quiere un avivamiento con todo su corazón. Le ha dado la prioridad en las Escrituras.
    La oración general nunca es suficiente, porque no trae consigo una fe y expectación reales. Y la oración sin fe, está muerta.
Dónde comienza el fuego
    En el Nuevo Testamento, Dios nos guía de una manera diferente. Si le seguimos, Él responderá en seguida. El Señor trae el avivamiento (y casi todo lo demás) en y por medio de las congregaciones locales.
    Me extraña cómo nos apartamos de lo que se enseña tan claramente en las Escrituras: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Apocalipsis 2:7,11,17,29; 3:6,13, 22).
    La congregación local es la unidad básica para la gran operación poderosa del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Cuando nos damos cuenta de esto, nuestras oraciones se vuelven claras y definidas. Y así también nuestra fe. El Nuevo Testamento invierte el orden de lo que estamos haciendo. Nos llama en voz alta:¡Incendien a sus iglesias!
    Para encender un fuego en la chimenea, necesitamos sólo un fósforo chico. Dios está buscando a alguien que Él pueda encender. Alguien preguntó a Juan Wesley el secreto de su éxito, a lo cual respondió: —¡Sólo me enciendo, y la gente viene para mirarme quemar!
    Junto al fósforo pongo unos pedazos de papel u otra cosa que se queme fácilmente, y el fuego sigue las leyes de la combustión. Es lo mismo al orar por un avivamiento. Comience a solas. Luego invite a otro y a otro y a otro para orar consigo, y en poco tiempo el fuego crece. Y esto, a su tiempo, encenderá a otros en la iglesia.
    Un pastor me dijo que anunció a su congregación que él iba a comenzar orando cada noche por el avivamiento que necesitaban con urgencia en su iglesia. Invitó al que quisiera unirse con él. Al principio, más o menos doce personas vinieron, pero al poco tiempo la mayoría dejó de ir.
    Entonces los que tomaban en serio lo tocante al avivamiento, regresaron; y poco a poco otros participaron. El Espíritu Santo comenzó a obrar, afirmándolos.
    Dios guió a la iglesia para invitar a cierto evangelista a fin de celebrar una serie de reuniones. No era bien conocido, pero bajo su ministerio comenzó un avivamiento. Había una convicción profunda del pecado, y muchos se arrepintieron y fueron convertidos. El pastor me dijo que el avivamiento dejó su huella sobre los que se rindieron a Cristo en aquel tiempo.
    También dijo que antes del avivamiento, cuando él y otros en el equipo que visitaban a los vecinos cerca de la iglesia, trataron de invitarles a la iglesia, nadie fue. Algunas veces les cerraron las puertas en la cara. Pero ahora, las mismas puertas estaban abiertas, y algunas de esas mismas personas fueron a la iglesia y a Cristo. Una iglesia encendida puede iluminar una vecindad entera.
    El fuego de Dios no es fuego griego (loco de entusiasmo), ni fuego libertino, ni fuego del monte bajo ni fuego de la pradera. Es fuego sobre el altar. Debemos arreglar de nuevo los arruinados altares de la oración, como lo hizo Elías (1 Reyes 18:30). Este fuego, Dios nos dice, nunca debe apagarse en su altar ni en su iglesia: "El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará" (Levítico 6:13).
    El avivamiento en nuestras iglesias, está tan cerca como la oración que lo trae.
    El fuego tiene dos tendencias. O sigue ardiendo o se apaga. Para mantener ardiendo un fuego, simplemente debemos seguir haciendo lo que hicimos para causar el incendio. Debemos cebarlo.

El viento del Espíritu
    Todos nos hemos dado cuenta de que una corriente de aire infunde nuevo vigor a un fuego decadente, estallándolo en llamas de nuevo. Eso es lo que la oración hará. En los avivamientos de Noruega, la gente oraba: ¾¡Que el Espíritu de oración descienda sobre nuestras congregaciones!
    Ese es el secreto. Eso es el pentecostés (Hechos capítulos 1 y 2). Se extendió rápidamente porque el viento del Espíritu era tan fuerte, debido a las oraciones fervientes.
    Y, ¿dónde va el fuego?
    Antes de ascender al cielo, Jesucristo nos dijo exactamente cómo y hasta dónde se extendería: "en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:8).
    No creo que aquellos creyentes primitivos tuvieran la menor idea de que una congregación esparciría su santo fuego en todo el mundo. Pero Cristo dijo que sí, y así ocurrió. No hay nadie que lea estas palabras que se pueda imaginar todo lo que ocurrirá cuando Dios avive a nuestras iglesias.

¿Quién es responsable?
    Alguien le preguntó a D. L. Moody cómo podía tener un avivamiento en su iglesia. ¾Prepare un fuego en el púlpito ¾fue su pronta respuesta. Extrañamente, el viento del Espíritu llevaba la dirección opuesta en el pentecostés. Iba de la banca al púlpito. Sin embargo, esto indica lo que es un verdadero avivamiento en la iglesia. Es un buen indicio cuando el Espíritu es evidente en la congregación y no sólo en el púlpito.
    La mayoría de los predicadores han estado programados para pensar que el progreso espiritual se mueve del púlpito a la banca. Por consecuencia, la mayoría de los creyentes se vuelven cristianos que observan. Son espectadores, no concursantes.
    No me malentiendan. Necesitamos la predicación, y debe ser enérgica; pero la predicación enérgica sobre el arrepentimiento, con oraciones débiles, fracasará o aun perjudicará. La predicación se enciende en la atmósfera de la oración. La congregación que ora, anima e inspira al predicador. Todo es diferente en una reunión cuando la congregación está sosteniendo al predicador, pero no es así cuando el predicador tiene que trabajar mucho hasta gastarse, tratando de poner en acción a la iglesia.
    El Espíritu Santo puede llenar la congregación con su fuerte poder, y tal congregación produce energía concentrada. Debemos operar desde la banca al púlpito, tanto como del púlpito a la banca. Ésa es la lección del pentecostés.
    No se hace mención de Pedro, el predicador en el día del pentecostés, hasta el versículo 14 del capítulo 2 de los Hechos. Antes de eso, él estaba en la congregación, encendiéndose junto con los otros miembros.
    Él no había predicado desde hacía cincuenta días. Había vuelto gravemente a las andadas, pero ya estaba plenamente restaurado, avivado y encargado de nuevo. En el primer capítulo de los Hechos, acabó de dirigir el más poderoso culto de oración en todo el mundo, y ahora estaba encendido junto con los demás que estaban orando. No tuvo tiempo para preparar un mensaje, pero estaba preparado por Dios. Y así predicó su mensaje.
    La congregación llena del Espíritu, predicó tanto como Pedro. Miles estaban convencidos de pecado, y como tres mil judíos se convirtieron al Mesías. Eso es avivamiento.

Volver a las primeras cosas
    Si aplazamos la acción, ¡no tenemos excusa! Podemos tratar de culpar a "la gran apostasía" por la falta de avivamiento. Otros dejan el avivamiento a la "soberanía de Dios": "Él enviará el despertamiento en la iglesia cuando quiera". Ninguno de estos obstáculos le impidieron a la iglesia primitiva orar hasta alcanzar la victoria del pentecostés. Otros insisten en que nosotros no podemos estimular el avivamiento. El evangelismo, sí, pero el avivamiento, no. "Dios lo debe enviar".
    Pero debemos escuchar a Dios y hacer lo que Él nos instruye a hacer. Esfuerce esos cultos de oración! Hay que usar ciertos métodos, llámelo "promoción" o lo que quiera. Cristo no andaba sobre el agua todo el tiempo. ¡Usualmentente viajó por barca!
    Cristo ya está andando y hablando y obrando en medio de sus iglesias (Apocalipsis 1-3). Sus pies están encendidos, y en su diestra poderosa están los ministros de siete congregaciones. Él quiere encenderlos, junto con sus iglesias. ¡Quiere hacerlos sus candeleros con suficiente fuego para encender sus ciudades para Dios!
    Está llamando a esas iglesias a volver a las primeras cosas, llamándoles al arrepentimiento, a volver al primer amor y a las primeras obras (Apocalipsis 2:4,5).
    Sé que es difícil encender a una iglesia tibia cuando toda la cultura está tibia. Pero eso es lo que hacía Jesús cuando mandó a la iglesia en Laodicea: "Sé, pues, celoso, y arrepiéntete" (Apocalipsis 3:19).
    Todo esto es lo último en nuestros cultos de oración. Esto revela nuestro "primer amor" y las "primeras obras", que son de primordial importancia ante los ojos de Cristo.
    Prefiero no decir que necesitamos muchos sermones para despertar a una congregación a la necesidad de la oración. Tales sermones usualmente traen resultados débiles. Cristo nunca predicó ningún sermón sobre el celebrar cultos de oración. Sin embargo, era responsable del culto de oración más poderoso que menciona la Biblia. Simplemente les mandó ir, ¡y fueron! (Lucas 24:49).
    Yo no oí un sermón sobre la importancia del culto de oración. Una clara palabra de Cristo me bastó. Pronto hice la decisión de unirme a los cultos de oración. De hecho, el primer culto de oración al cual asistí, fue uno que yo mismo había iniciado. Esa decisión cambió mi vida.

Cómo comenzar
    Entonces, ¿qué debemos hacer?
    Unámonos los miembros de nuestras juntas directivas, enseñemos lo que dicen las Escrituras sobre el asunto, arrepintámonos de nuestra falta de oración, y luego busquemos los medios de Dios para edificar a una congregación que ora. ¡Luego persigamos con celo esta meta!



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