HACEDORES DE LA PALABRA

    Estoy convencido de que uno de los problemas más grandes enfrentando a la iglesia hoy es la desobediencia a la Palabra de Dios. Entre evangélicos por lo menos, hay una firme dedicación a la autoridad de la Biblia. Ese no es el problema. Nosotros creemos que la Biblia es la Palabra de Dios. Nuestra dificultad se encuentra en hacer lo que dice que hagamos. Tenemos estudios bíblicos en nuestras iglesias pero ¿hacemos lo que dice la Biblia?

Obediencia A La Palabra De Dios

    Santiago nos da un mandamiento bien claro en Santiago 1:22: «No se contenten sólo con escuchar la Palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.» Yo creo que esta clase de propio desengaño ocurre en las iglesias alrededor del mundo. Nosotros literalmente nos hemos entrenado en el arte de nuestra propia decepción. Permítame demostrarle lo que quiero decir.

    Usted asiste a un servicio de adoración el domingo por la mañana y escucha un mensaje poderoso acerca de cómo nos debemos de amar. A usted se le salen las lágrimas de emoción por el impacto del sermón. Y sale usted del servicio muy inspirado y sintiéndose réquete bien por lo que ha oído. Pues, entonces, se han dado los primeros pasos de la decepción. Eso ocurre cuando escuchamos la Palabra predicada, y nos sentimos bien porque estamos de acuerdo con todo lo que se ha dicho. Para muchos de nosotros, allá está donde todo termina. No actuamos. No ponemos en práctica la Palabra.
    La clara llamada a la iglesia es que seamos hacedores de la Palabra. Santiago sigue, dando una ilustración de cómo es escuchar a la Palabra y entonces no actuar en obediencia a lo que dice. «El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla» (St. 1:23-25).
    ¿Alguna vez ha experimentado ese tipo de olvido usted? Se acuerda de que sí disfrutó el sermón del domingo pasado, sin embargo, no está seguro de lo que se trataba. Desgraciadamente aquello ocurre domingo trás domingo en iglesia tras iglesia. Y no solamente pasa con los sermones. Escuchamos la Palabra en clases de la escuela dominical y en los estudios bíblicos durante la semana y también en nuestros grupos pequeños de estudio. A veces escuchemos cuatro o más sesiones de enseñanza bíblica durante la semana y todas contienen exposiciones poderosas de la Palabra de Dios. Sin embargo, aun no están cambiadas las iglesias. Nuestras vidas continúan sin tener ninguna diferencia que nos distingue del mundo que nos rodea.
    No es el acto de oír que nos cambia. ¡Es cuando realmente ponemos en acción a lo que oímos que estamos cambiados y transformados! Necesitamos formar la anticipación en nuestras iglesias y en nuestras vidas que lo que escuchamos, empecemos a poner en la práctica. Cuando se predique un sermón que se trata de amarnos unos a otros, deben de aparecer manifestaciones de ese mensaje en toda la congregación. Se debe ver a los cristianos empezando a invitarse unos a otros a comer en sus casas. Miembros de la congregación comenzarán a llamarse por teléfono para saber cómo puedan orar unos por otros. Se mandarán tarjetas y cartitas de ánimo y edificación. Cristianos actualmente se amarán…en vez de simplemente estar de acuerdo con el sermón que escucharon el domingo pasado.


    Santiago nos da una maravillosa promesa cuando pongamos en práctica a la Palabra. «Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla» (St. 1:25). O sea, que ésa no será actividad vacía. Cuando los cristianos se dedican a obedecer la Palabra de Dios, Dios Mismo interviene para bendecir esa dedicación. Mientras viven y practican la Palabra, reciben bendiciones de su Dios por su actividad.
    Pablo describe lo que hará Dios en 1 Tesalonicenses 2:13: «Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír ustedes la palabra de Dios que les predicamos, la aceptaron no como palabra humana sino como lo que realmente es, palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los creyentes.» Escuche usted aquí la promesa implicada de poder sobrenatural. La Palabra de Dios está actualmente obrando en usted. Hay un compañerismo, una confraternidad que empieza a actuar cuando uno practica lo que dice la Palabra de Dios. Usted empieza a caminar en obediencia y la Palabra comienza a obrar en usted.
    Eso es lo que quiero yo en mi vida…que la Palabra de Dios actúe en mí. Yo creo y quiero esa promesa de Dios que Su Palabra no vuelva a Él vacía…sin fuerza. El poder del Santo Espíritu de Dios se suelta en nuestras vidas cuando empezamos a ser hacedores de la Palabra y no solamente oyentes.
    La decisión de obedecer a la Palabra de Dios no simplemente cambiará a un individuo, sino tiene el poder de cambiar una iglesia, hasta una nación entera. Se ve un ejemplo magnífico de esto en la vida de Josías, Rey de Judá. El pueblo de Josías se había alejado de Dios. Abundaba cada clase de la idolatría y del pecado. Previas generaciones de reyes habían ignorado la Palabra de Dios y habían seguido sus propios deseos. Pero Josías fue distinto. A la edad de 16 años, dicen las Escrituras, él empezó a buscar al Dios de su antepasado, David. Cuando tenía 24 años él mandó a los trabajadores al Templo para empezar a limpiar y a purificarlo de los muchos años de abuso y negligencia. Hicieron un gran descubrimiento durante la limpieza. Encontraron el Libro de la Ley que fue dado a Moisés.
    Josías se rasgó las vestiduras en señal de duelo sobre el abandono de la Palabra de Dios. 2 Crónicas 34:21 cuenta sus palabras cuando vió las Escrituras perdidas: «Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, vayan a consultar al Señor se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni acturaron según lo que está escrito en este libro.»
    Josías congregó a los líderes de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén y les leyó las palabras. Miren la respuesta del rey y la de su pueblo cuando fue leída la Palabra: «Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro. Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados» (2 Cr. 34:31-32).


    Con esta dedicación de obedecer la Palabra, el avivamiento empezó en Judá. Los ídolos fueron quitados e Israel caminó con Dios. Hubo una celebración de la Pascua en Jerusalén como ninguna que se había celebrado. El pueblo adoró al Señor y regocijó en la restauración de Su Palabra.

    Dios desea hoy avivar a Su pueblo otra vez. Este avivamiento no llegará solamente en una explosión de emoción, sino en repuesta a un pueblo que ora y que ha vuelto a dedicarse a ser hacedores de la Palabra de Dios.


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