HOMBRES QUE ORAN=LÍDERES PODEROSOS EN DIOS


La oración es el agente más poderoso para el avance de la obra del Señor. Sólo los corazones y las manos que oran pueden hacer la obra de Dios. La oración tiene éxito cuando todos los otros recursos fallan. Además ha ganado grandes victorias, y ha rescatado, con notable triunfo, a los santos de Dios cuando toda otra esperanza se había desvanecido. Los hombres que saben cómo orar son la dádiva más grande que Dios puede darle a la tierra y el regalo más rico que la tierra le puede ofrecer al cielo. Los hombres que saben cómo usar esta arma de la oración son los mejores soldados de Dios y Sus líderes más poderosos.

Los hombres de la oración son los verdaderos dirigentes escogidos por Dios. La distinción entre los líderes que Dios trae al frente para guiar y bendecir a su gente, y aquellos líderes que deben su posición al liderazgo, a una selección egoísta y mundana, es ésta: los líderes de Dios son ante todo hombres prominentes de oración. Esto los distingue con la autenticidad divina de su llamado, el sello de su separación para Dios. Cualquiera otra gracia o dones que puedan tener, el don de la gracia de la oración se levanta por sobre todos los demás, aquellos que son únicos en el don de la oración.

¿Qué serían los líderes de Dios sin la oración? Despojad a Moisés de su poder en la oración, un don que le dio eminencia aun ante los paganos, y la corona sería quitada de sobre su cabeza, el nutrimiento y el fuego de su fe hubieran desaparecido. Elías, sin sus oraciones no podría haber tenido su nombre registrado en los anales de la Sagrada Escritura; su vida hubiera sido insípida y cobarde, y su energía y desafío hubieran desaparecido. Sin la oración de Elías el Jordán nunca se hubiera rendido al golpe de su manto, ni hubiera sido honrado con la carroza y caballos de fuego.

El argumento que usó Dios para calmar los temores y convencer a Ananías de la condición de Pablo y de la sinceridad de su combinada actitud fue la frase «Porque he aquí, él ora.» Esto era el epitome de la historia de Pablo, lo basis para su vida y su labor. Pablo, Lutero, Wesley, ¿cuál de estos escogidos de Dios hubiera podido subsistir sin el distintivo y precioso elemento de la oración? Fueron líderes para Dios porque supieron ser poderosos en la oración. No fueron líderes debido a la brillantez de sus pensamientos, por tener a mano muchos recursos, o por su magnífica cultura, sino porque por el poder de la oración ellos podían disponer del poder de Dios. Los hombres de oración son mucho más importantes que los hombres que oran a la ligera; y mucho más que aquellos que oran como un simple hábito. Hombres de oración significa hombres para los cuales la oración es un arma y una fuerza poderosísima, una energía que mueve los cielos y derrama ricos tesoros de bien sobre la tierra.

Muy a solos con Dios

Los hombres de oración son los que pasan mucho tiempo con Dios. Hombres que oran siempre sienten una gran necesidad y deseo de estar a solos con Dios. Aunque son hombres muy ocupados, siempre se detienen a una hora determinada para comunión con Dios. Han pasado mucho tiempo a solos con Él y han encontrado que el secreto del liderazgo sabio y poderoso está en estas ocasiones de acceso especial y gracia.

Los hombres que oran son hombres de ojo singular. Han pasado tanto tiempo a solos con Dios, han visto tanto de Su gloria, han aprendido tanto de Su voluntad, han sido formados tan fuertemente en Su imagen que El fija y llena su mirada. Todo lo demás es demasiado insignificante para llamar su atención, demasiado pequeño para mirar. Una visión doble – una para si mismo, y la otra para Dios – impide de gran manera la oración. Hombres que oran son hombres de un libro; se alimentan con la Palabra de Dios; vive en ellos en fuerza vitalizadora y permanece en ellos en plena autoridad y fe. Son hombres de la biblia. La biblia inspira sus oraciones y aviva su fe. Descansan en sus promesas como si fuera un globo de granito.

Los hombres que oran son los únicos obreros productivos para Dios. La oración verdadera es una fuerza trabajadora, una energía divina que tiene que emerger, que es demasiado fuerte para quedar quieta. La obra de hombres que oran logra los mejores resultados porque está hecho por la energía de Dios. Hombres que oran tienen Su indicación y hacen Su trabajo para Su gloria, bajo la raya llena y animadora de Su presencia, Su Palabra, y Su Espíritu.

Los hombres de oración son los que salvan a la Iglesia del materialismo que está afectando todos sus planes y su constitución, y también los que la mantienen viva. Circula el ponzoñoso rumor de que la Iglesia ya no es tan fuerte en recursos espirituales como solía serlo, que el cambio de los años y de las condiciones han acarreado modificaciones. Cosas como éstas han llevado a la Iglesia a compromisos con el mundo, han sacudido a sus líderes, debilitado sus fundamentos, y trasquilado mucha de su belleza y fortaleza.

Los hombres de oración son los agentes que pueden salvar a la Iglesia de esta tendencia material. Derraman en medio de ella todo el poder original de las fuerzas espirituales, la liberan de las ataduras del materialismo, y hacen que vuelva a moverse dentro de las profundidades santas del mundo espiritual. Los hombres que oran mantienen a Dios en toda su fuerza dentro de la Iglesia: su mano está en el timón, de modo que la Iglesia aprende excelentes lecciones de fortaleza y confianza.

El número y eficiencia de los trabajadores de la viña del Señor en todas las tierras depende de los hombres de oración. El poder de estos hombres va creciendo, por medio de un proceso planeado divinamente. La oración abre las puertas de acceso para que la santidad entre, y como consecuencia la firmeza, el valor y el fruto en abundancia. En todos los campos de labor espiritual se necesitan hombres que sepan orar.

No hay posición en la Iglesia de Dios, ya sea alta o baja, que pueda funcionar correctamente sin la oración. No existe tampoco posición alguna donde se encuentre el cristiano que no demande el total ejercicio de la fe que siempre ora y nunca desmaya. Los hombres de oración se necesitan tanto en los negocios como en la casa de Dios, para que puedan ordenar y dirigir la actividad, no de acuerdo a las normas de este mundo, sino de acuerdo a los preceptos bíblicos y a las reglas de la vida celestial.

Se necesitan hombres de oración especialmente en las posiciones de influencia, honor y poder de la Iglesia. Estos líderes del pensamiento de la Iglesia, deberían ser hombres con señales de poder en la oración. El corazón que ora es el que santifica la herramienta y prepara las manos, además de dar la sabiduría necesaria a la mente. La oración mantiene el trabajo en la línea de la voluntad de Dios, y retiene el pensamiento en la línea de la Palabra de Dios. Las solemnes responsabilidades del liderazgo en la Iglesia de Dios, en una esfera grande o limitada, deberían estar circundadas con oración, de modo que hubiera un abismo de separación para con el mundo. Ninguna mancha o nube podrá entonces apagar el valor de estas responsabilidades ni separarlas por un momento de la vigilante vista de Dios.

Muchos líderes en las iglesias piensan que si llegan a ser prominentes como hombres de negocios, de dinero, influencias, pensamientos, planes de cultura o dones de elocuencia, con esto tendrán suficiente, y podrán compensar la ausencia del mas alto poder espiritual que sólo la oración puede dar. Pero cuán vanos y mezquinos son estos hombres en el santo trabajo de traer gloria a Dios, en controlar la Iglesia para El, y traerla a un total acuerdo con los planes divinos, y con su misión aquí en la tierra.

Los hombres que oran son los que han hecho mucho para Dios. Son los que han ganado las victorias para Dios y derrotado a sus enemigos. Son los que han establecido Su reino en los mismos campos de Sus enemigos. No hay otras condiciones para el éxito. Este siglo no está exento de la necesidad de orar, no hay sustituto por el cual sus fines espirituales puedan estar asegurados.

Hemos llegado a esta conclusión: las manos del hombre que ora son las únicas capaces de trabajar para Dios. Pueden estar destituidas de muchas cosas, pero con el ejercicio de la fe son poderosas, las más poderosas para Dios. Los líderes de la Iglesia pueden tener diversos talentos y dones, pero sin el más grande de los dones, la oración, son como el templo sin la divina presencia y gloria, son altares en los cuales la llama divina ha muerto.


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